La pintura, el dibujo, son profundos, oscuros, la palabra es la soga que me ayuda a emerger de las profundidades para poner claridad, aire, luz, límites, respirar,
el dibujo bucea profundo en tierras
desconocidas, abismos en donde flotan oscuros seres de otros mundos con ojos
fantásticos, rostros desgarradores,
ojos que quieren hablar y contar
historias de dolor, de sufrimiento,
quieren hablar, decir, gritar lo
que no pueden conjurar más que mirando en un trazo que los refleje, tanta nada
de todos los días, miseria de la existencia que nada y nada en regiones de
aguas oscuras y se sofoca y se ahoga y no sabe por qué está, no sabe nada, pero
sigue y escribe y dibuja y habla por teléfono como si tal cosa
y la vida va y viene como una línea, un
murmullo gris, un sonido roto, una caricia que nunca llega, nunca llega,
mientras los días pasan y la vida persiste y se enciende una vela en el fondo
del alma que ilumina el cielo de la medianoche para mantener la esperanza, la
soga que hace emerger el día, la esperanza, esa sonrisa del alma, el día sin
pensar en que amanezco sin darme cuenta y está el cielo gris como me gusta y un
aire húmedo y algunos pájaros y tal vez llueva, tal vez llueva de nuevo, de una
vez en el corazón y se alivie la pena que guardan los días de las sombras, la
negrura, la negrura blanda de dónde venimos.
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