viernes, 23 de diciembre de 2022

 Siempre me gustaron los aviones. Cuando éramos chicos, un plan excelente de fin de semana era ir a verlos despegar al aeropuerto y así pasábamos la tarde. 

 El martes 20 de diciembre a la medianoche, me preparé para ver la llegada a Ezeiza de la Scaloneta por televisión. Y fue así como iba siguiendo en la pantalla la imagen del avioncito que señalaba su posición geográfica. Lo visualizaba entonces llegando desde el Atlántico al continente americano, pasando por Misiones, atravesando Uruguay y por último cruzando el Río de la Plata. Mi expectativa era cada vez mayor a medida que el avión se acercaba. La tele, a veces con el volumen bajo y otras en silencio, acompañaba en mitad de la noche. La ventana abierta al cielo de verano, casi sin nubes. Iba haciendo zapping, buscando las mejores imágenes para ver el descenso de los jugadores. Escucho entonces que el avión tenía autorización para volar bajo sobre la avenida 9 de julio, a manera de agradecimiento para las personas concentradas en el Obelisco. ¡No les digo mi emoción! Fui corriendo hacia la ventana y ahí estaba, llegando a Buenos Aires, con un brillo de lucecitas que se prendían y apagaban.  Y así fue como se materializó esa imagen. Y mi alegría fue total. La misma que les deseo a ustedes en estos días de Navidad. 





 Hace más de diez años que estoy en pareja con un coleccionista, y tengo que reconocer que me llevó mucho tiempo comprender la esencia de es...