sábado, 23 de abril de 2022

Una vez, cuando iba a la escuela primaria, nos dieron una planilla para completar con los datos familiares. Ya se sabe, nombres, edades, hasta ahí todo bien. El problema surgía cuando tenía que completar las ocupaciones. El caso de mi mamá era fácil: maestra; pero cuando le preguntaba a mi papá, me decía con una sonrisa tímida: obrero. Yo me impacientaba entonces. No podía escribir "obrero". Los padres de mis compañeritos eran comerciantes, médicos, abogados, bancarios, era inadmisible que yo escribiera "obrero". Después de darle vueltas un buen rato al asunto, me decidía por una expresión poco convincente y sobre todo imprecisa: "empleado nacional". Mientras lo hacía, creo que mi papá me seguía mirando con su sonrisa buena, como lo debe hacer ahora, cuando recuerdo esa historia y mis pequeñas ínfulas de entonces.

 Ese mediodía fue distinto. Sentada en una de las callecitas de la plaza, con la tibieza del sol en mi espalda, niños y pájaros, perros y paseantes y las hojas de otoño en su incesante planear, se integraban en un escenario cósmico en un instante sin tiempo, como hacía tiempo no vivía.

sábado, 16 de abril de 2022

Mirando al norte, desde el piso once, se ven los aviones despegando hacia los cuatro puntos cardinales. Pucará urbano de colores sepias y rojizos que invita a perderse contemplando el cielo infinito. La calma que siempre nos trajo el paisaje, fue un día sobresaltada por una mancha fucsia. Unos lejanos vecinos habían decidido instalar un estridente toldo en su balcón. Imposible no verlo, atraía nuestra mirada como un imán, con su chillona estridencia. Planeamos entonces averiguar la dirección del edificio y presentarnos como representantes de diseño urbano, para obligarlos a retirarlo inmediatamente, bajo amenazas de ser multados. Pero no llegamos a tanto. El sol de los atardeceres se dedicó con paciencia a desgastarlo, como había hecho con el resto de los toldos vecinos, y nuestra mirada fue integrándolo amorosamente. Sólo era cuestión de esperar que sucediera.





domingo, 10 de abril de 2022

El micro que tomo para ir a Punta Alta va por la Ruta 3 y a eso de las 5:00 am llega a Coronel Pringles. La pequeña ciudad duerme todavía y me gusta contemplar las casitas bajas de la ancha avenida de ingreso. Me siento feliz en ese momento ya que faltan unas dos horas para llegar a destino. Cada tanto, cuando me siento triste rodeada de cemento, recuerdo a Celeste Carballo y su antigua canción. 

https://www.youtube.com/watch?v=Kifam6r3YC8

sábado, 2 de abril de 2022

Un mediodía, de hace cuarenta años, al salir del colegio, mi amiga y yo nos enterábamos que estábamos en guerra. Al vivir en una ciudad lindante a la base militar, en donde la mayoría de nuestros familiares trabajaba, eso nos involucraba de alguna manera a todos. Recuerdo las noches en las que oscurecíamos con frazadas las ventanas, para que no se vieran los rastros de luz, y la vez en que mi papá se animó a salir de noche con el auto, después de pintar de oscuro los faros.  En medio de la confusión de informaciones, predominaban las que auguraban triunfos históricos. Recuerdo entonces la voz de mi madre, repitiendo todo el tiempo que esa maldita guerra era una absoluta locura, y que nos estaban engañando vilmente. El tiempo le dio la razón. Charly García cantaba de fondo y aunque no terminábamos de entender sus letras, era el comienzo de tiempos de empezar a descubrir la oscuridad de una época, de la cual nadie nos había hablado.

 Hace más de diez años que estoy en pareja con un coleccionista, y tengo que reconocer que me llevó mucho tiempo comprender la esencia de es...