Llegó el
tiempo de aprender a caminar de nuevo, de habitar nuevas ciudades, destilar
palabras que emerjan desde lo profundo del agua barrosa, palabras que la luz
atraviesa en medio del silencio y con antiguos códigos transmiten mensajes de
un mundo perfecto desde lo imperfecto. Desde la grieta de la antigua herida
surge la huella dorada como recuerdo y señal de lo vivido, para no olvidarlo y
compartirlo, poblar de carteles luminosos las rutas y caminos con manos que
señalen el cielo, con raíces de ombúes desde donde anclarnos para albergar
pájaros que despidan el día en los atardeceres.
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