Y así fue, como un día, después de mucho caminar, Castalia se encontró con unos ojos del color de una plácida laguna, en un día soleado. Se sabía que estaba alimentada por ríos que habían recorrido llanuras y montañas, estepas y praderas, y que de cada uno de esos lugares, traían historias. Castalia se sentó en la orilla y miró con cautela su reflejo en el agua, que le devolvió una dulce y risueña sonrisa. Se quedó allí mucho tiempo, tanto que olvidó su supuesto destino. Finalmente se fue quedando dormida, bajo la luz de la luna, mientras los gatos del lugar la custodiaban. Al amanecer, despacito se sacó la ropa y se zambulló en esos ojos de color celeste-azulado. Entonces, decidió que ese era un buen lugar para quedarse.
sábado, 8 de junio de 2024
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