Cien veces nos cruzamos y te ignoré. Tal vez me llamabas y no pude escuchar tu chistido ansioso e imperceptible. Pero ayer, por fin, te contemplé. Un conjunto de luces. Pequeñas cajitas con cientos de historias tan distintas, tan ignoradas. Un impulso a la fantasía eterna y sin límites. Sentado, la visión era distinta. Sólo veía tus cabezas tan bellas como misteriosas. La calle, la gente, los ruidos no interferían tus claroscuros de domingo. La habitación se transformó en un micromundo de paz. Y no faltaba nada. También estabas vos.
Rafael Bitrán
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