martes, 12 de junio de 2018

Cucharas



En mi armario tengo una tosca cuchara de madera de formas irregulares; el artesano que me la vendió me contó que la había tallado con un tronco de lenga que flotaba en el lago Puelo. A su lado descansa un pequeño cubierto de metal con la figura de un cisne grabado, que se amoldó infinitas veces a mi lengua cuando intentaba quedarme con los últimos restos de dulce del frasco. Ningún temor me invade cuando su forma redondeada toma contacto con mi boca. En comparación, los tenedores me parecen instrumentos agresivos, con extremos puntiagudos de dudosa moral. Imagino a hombres prehistóricos intentando esculpir en piedra a las antecesoras de estas piezas cóncavas para transportar sus alimentos. Fundidas en metal, llevaron hortalizas y legumbres, sopas y postres a la mesa de pobres y ricos. Por las noches, sueño con mujeres armadas con cucharas que revuelven guisos en eternos círculos humeantes.


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