martes, 3 de octubre de 2023

 


Hay que remarla después de haber sido adolescente durante la dictadura. Asomamos a un mundo de vinchas y pantalones Oxford y de pronto nos cortaron el pelo, nos vistieron de uniforme y nos frenaron para pedirnos documentos por la calle (como me pasó a los diez años, yendo una mañana a la escuela). Nos educaron con libros de Formación Moral y Cívica, que decían que “la familia era la célula básica de la sociedad” y los profesores de historia se quedaron mudos cuando en el 83, a punto de egresar del secundario, les preguntamos qué había pasado en esos años siniestros.

Fue una gloria caminar por los pasillos de la UNS en el 84, con la efervescencia de los centros de estudiantes; todo era multicolor y de fondo sonaba Charly García, que por esos tiempos fue a Bahía Blanca a presentar Clics Modernos. Con mis amigas no cabíamos en nosotras de felicidad, mientras cantábamos en el recital. Ahí fue cuando escuché por primera vez a “Los Dinosaurios”, solo años más tarde comprendería de qué hablaba Charly entonces.

Después, veo las cosas en medio de una neblina: el 89 con la hiperinflación, viviendo por primera vez sola en una pensión y sin poder cambiar la yerba del mate (literal), mi egreso de la universidad en medio de la fiesta menemista, en uno de los períodos más oscuros de mi vida. Los 90 fueron despiadados conmigo, así como con el país del uno a uno.

Las aguas siguieron corriendo y el estallido del 2001 me encontró aferrándome con uñas y dientes a mi cargo de la UBA para sobrevivir. El kirchnerismo me trajo el lugar que fue mi refugio durante muchos años, cuando pude comprar mi departamento, y unos cuantos años de paz, y vacaciones en la playa incluidas.

Macrismo mediante me fui empobreciendo, como el país. Atravesé la pandemia en mi monoambiente de 20 metros cuadrados, comprimida, pero a salvo y sufrí la desilusión con la tibieza del gobierno de Alberto Fernández.

En el 2023, a punto de jubilarme, víctima del maltrato por parte del Gobierno Porteño Macrista a los docentes de la ciudad, con una enfermedad crónica desde hace más de 30 años y con una madre anciana discapacitada, no nos falta ni techo ni comida, pero tenemos serias dudas acerca de cuál puede llegar a ser el futuro de las prestaciones en salud, que necesitamos ambas, sobre todo ella, que necesita cuidadoras prácticamente las 24 hs y costosas medicaciones.

Por eso les cuento mi historia.

Lo que soy se lo debo a la educación pública, de donde vengo, en donde trabajé y lo sigo haciendo hasta ahora, dependo de la salud pública, así como mi familia. ¿Soy autorreferencial? Sí, cada uno y cada una de nosotros y nosotras puede hacer un racconto de su historia personal, sin mentirse ni engañarse, tomarse un rato para hacerlo, y para pensar qué quiere para sí mismo, para sus amigos/as, hijos/as y nietos/as. Un mundo más justo, un mundo con inclusión, en donde las personas que vinimos desde abajo podamos salir adelante, con la ayuda del Estado, yo no podría haberlo hecho de otro modo.  Comprendo que haya bronca y desilusión, pero una vez más los y las invito a informarse y reflexionar sobre lo que podríamos perder y/o ganar en función de los candidatos/as que votemos.

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