sábado, 12 de diciembre de 2020

En el barrio de San Telmo, en la esquina de las calles Bolívar y Carlos Calvo, fue fundado en 1897 un gran mercado bajo techo, donde se comercializaban carnes y verduras. Con el correr de los años, los locales convivieron con puestos de anticuarios y algunos bares notables.  El Mercado, característico por sus olores diversos, fue siempre un sitio de visita muy atractivo para los turistas y coleccionistas de antigüedades.  Sin embargo, en los últimos años, le costó resistir la influencia globalizadora y fue perdiendo paulatinamente su antigua idiosincrasia. No escapó a la tendencia que intenta que que las personas, independientemente de cuál sea su lugar de origen, se sientan como en su casa. Con tristeza fuimos viendo desaparecer a los puestos tradicionales, reemplazados por modernos emprendimientos gastronómicos, todos parecidos entre sí. Ruidos, olores y sensaciones particulares y autóctonas, son desplazados por un conjunto de expresiones genéricas que llevan a que perdamos lo más valioso que tenemos como pueblo: nuestra identidad.




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