Soy hija de una mujer fuerte, docente de alma, y de un hombre bueno, que no sabía mentir (ni aún cuando hubiera sido necesario).
Mis padres no se parecían, y tal vez por eso se complementaban. Mi mamá conserva la memoria de los tiempos idos y la relata con el mejor estilo de la historia oral.
De mi padre guardo el gusto por lo simple, y mi madre me transmite la fortaleza que se esconde detrás de lo que parece frágil.
El eterno abrazo de los cromosomas de donde venimos y que seguimos transformando bajo nuestro cielo.
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