martes, 8 de septiembre de 2020

 En mi infancia puntaltense, el día del maestro representaba muchas cosas: el acto escolar con el Himno a Sarmiento, la ceremonia en el Parque que lleva su nombre, pero sin embargo, los hijos y las hijas de las docentes de escuela primaria a fines de los setenta, o principios de los ochenta, tenemos un recuerdo especial.

El 11 de setiembre, después de la escuela, mamá llegaba a casa cargada con una o dos bolsas llenas de regalos. No era aún la época en que los padres se juntaban para comprar un único regalo, y menos la de grupos de whatsapp, tan prácticos y modernos.

No. En esa época, cada nene, cada nena, le llevaban un obsequio a su maestra, y lo hermoso era la variedad. Había platitos que se colgaban en las paredes como adorno, cadenitas con dijes, pañuelos para el cuello, alguna lapicera o agenda, colonias o perfumes en extracto. No importaba qué era sino el amor que irradiaba cada pequeño objeto, elegido con cuidado. Recuerdo una cajita de música, que también era alhajero...especialmente gloriosa.

Mi mamá los iba sacando de a uno de un montón de papeles arrugados, moños y tarjetitas con letra infantil y los desplegaba sobre la mesa del comedor para que pudiéramos apreciarlos. Con un poco de suerte, mis hermanos y yo "ligábamos" alguno.

Extrañé mucho esas épocas cuando los padres buscaron la practicidad y empezaron a hacer regalos grupales. La extrañé como extraño a todas las queridas maestras de esa época, con las que compartí mi infancia.

Un feliz día y un abrazo a enorme a todas, con mi agradecimiento y mi más afectuoso recuerdo.

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