Todo apunta hoy en día a colonizar nuestra propia subjetividad y ese es uno de los peligros más terribles a los que estamos expuestos todo el tiempo, sin darnos cuenta. A través de la circulación de la información en las redes, y también en los medios de comunicación, entre otras cosas, terminamos sin saber quién nos piensa, de quién son los deseos que creemos tener, y que solo sirven para reproducir un sistema que nos enajena, que nos aleja de nuestra esencia de humanos/as, que pudimos sobrevivir en comunidad durante milenios sosteniéndonos unos a otros. En una comunidad organizada, de la que nos sentíamos parte. Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. El dolor ante el sufrimiento del otro/a es permanente, aunque nos hagamos los distraídos/as y finjamos demencia. Cada cual sabrá cómo aliviarlo, inventando sus propios antídotos. Desde las calles, los lugares de trabajo, las aulas, seguimos cultivando nuestros pequeños espacios de resistencia, de creación, en el mejor de los casos compartida, seguimos sembrando pequeños intentos de abrir nuevos espacios, de comunión, desde nuestros micro-lugares. Tal vez así, desde estos pequeños lugares, podamos sostenernos de nuevo unos a otros, para reavivar la esperanza y volver a creer en que un mundo más humano y por lo tanto, solidario, es posible.
miércoles, 3 de julio de 2024
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