sábado, 21 de mayo de 2022

 Los niños viven a su modo en un universo mágico. Recuerdo como un sueño un juego muy extraño, que yo había creado. Había un rinconcito del patio de la escuela que era de tierra, con una lomita, en un rincón contra la pared. Ahí me ubicaba con dos amiguitas. Y a cierta distancia, en diagonal, se disponían tres nenas más. En cierto momento, yo, que era el sol, empezaba a descender solemnemente, con los abrazos abiertos, con mis dos compañeritas a los costados.  Y por el otro lado empezaba a avanzar la niña-luna, con sus dos escoltas, también con los brazos abiertos, hacia mí. No sé bien qué sucedía después en ese juego misterioso de algunos recreos, en donde el sol y la luna se veneraban mutuamente bajo el cielo infantil. Sus imágenes vuelven a mí como un enigma, uno de tantos que guardamos en lo profundo del alma, sin que los podamos comprender del todo y que por eso son más hermosos.

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