En el perfume de las estrellas que un día existieron, quizás se refleje en un millón de espejos la imagen de los niños que fuimos. Tal vez en un rayo podamos viajar para abrazarlos, enseñarles un par de cosas, regalarles una armadura para los días difíciles y un talismán. Y decirles algunas palabras secretas con la promesa de volver a vernos muchos años después, para recordar nuestras honrosas caídas y brindar por los cierres y los nuevos comienzos que siguen viniendo como las palomas de las ventanas, a cantar los días.

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