sábado, 16 de diciembre de 2023

Los habitantes de este planeta azul, en este siglo XXI, somos víctimas frecuentemente de enfermedades que afectan al sistema nervioso. Poco se habla de ello. La caída de estructuras contenedoras, como la familia, el trabajo asegurado para toda la vida, e incluso las grandes religiones, nos lleva a vivir, como diría Bauman, en un mundo líquido en donde los lazos desaparecen. Caldo de cultivo de cuadros de ansiedad, depresión, ataques de pánico, y otras patologías, algunas muy antiguas, como el trastorno bipolar, antes llamada enfermedad maníaco-depresiva. Nombres más, nombres menos, atrás de ellos habemos personas intentando salir adelante. Los avances en el desarrollo de psicofármacos, maravillosos medicamentos que, bien usados, mejoran considerablemente la calidad de vida, junto con la psicoterapia, nos han ayudado y ayudan muchísimo. Es cierto que hablamos de tratamientos costosos en su mayoría. Ahora bien, este sector de la población no es el único vulnerable en estos tiempos que corren. ¿Alguien habla del efecto causado por estas medidas económicas en la psique colectiva de los/as argentinos/as, que no saben cómo van a hacer no ya para irse de vacaciones, sino que cada vez más son empujado/as a niveles más altos de pobreza? ¿Cómo soportar esta incertidumbre, escuchando a siniestros/as personajes que parecen gozar cuando nos dicen que si no podemos comprar porque los precios son altos, no lo hagamos?, cuando se trata de comprar el pan y la leche para nuestros hijos/as. ¿Cómo no desesperarse viendo que otra vez castigan a los/as jubilados/as? La verdad, es que hay que tener mucha estabilidad psíquica y emocional, o, como diría aquélla vieja canción de Manal, Jugo de Tomate Frío, en las Venas, lo cual, claramente no es mi caso ni el de millones de personas que aspiramos a una sociedad en donde tengamos mínimamente acceso, no ya a bienes suntuarios, sino a trabajo, techo y comida.





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