Cuando mi bisabuela María empezó a desprenderse de las poquitas cosas que tenía, a mi mamá le tocó una cómoda antigua. Tenía la superficie de mármol gris y tres espejos, uno central y dos más pequeños. Yo jugaba a acomodarlos para modificar mis perfiles, imaginando que era una de las Trillizas de Oro. Pasaba el rato ensayando parlamentos, con un poco de vergüenza por si me descubrían. Hace poco le oí decir a una actriz de mi generación que hacía lo mismo de chica. Es curioso cómo, sin saberlo, los juegos siempre se reinventan.
jueves, 20 de mayo de 2021
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