domingo, 18 de agosto de 2019
Siempre me descalzo al entrar a mi casa, pero sentí la alarma al descubrir al rato que esta vez no me había sacado mi reloj pulsera. De algún modo todavía estaba en la calle. Al cruzar la puerta cerraba las ventanas y el tiempo se esfumaba. Las horas dejaban de existir en un continuo presente. Sin embargo aquél día el reloj seguía reinando triunfante, con su ritmo implacable. Me pregunté entonces qué había pasado. Y al darme cuenta, lloré.
sábado, 17 de agosto de 2019
jueves, 15 de agosto de 2019
domingo, 11 de agosto de 2019
Las historias que más me gustan son las que nacen frente a una taza de café. Desconfío de las que se dan comiendo helado, ya que se tiene que estar pendiente de que no se derrita, de no mancharnos. La cerveza y el vino son muy buenos, pero en mi caso me hacen perder lucidez. Así que sobre todo, prefiero el café, con amigos.
sábado, 10 de agosto de 2019
Una de las ideas que me dejó, y que él había recibido de un maestro de pintura, era que si estábamos pintando y de golpe se derramaba la tinta sobre el papel, incorporáramos la mancha al cuadro.
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"Escribir, vivir sin esperanza ni desesperación", nos repetía Luis Gruss en sus talleres de escritura
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domingo, 4 de agosto de 2019
En algún recodo de la memoria quedó guardada esta
escena, perturbadoramente bella. Un hombre vestido de rojo es sostenido desde
los pies sobre un inmenso embudo y lentamente va siendo pulverizado.
Posteriormente le toca el turno a una
mujer. No hay dolor, todo es como tiene que ser.
Mi identidad se fue convirtiendo en polvo en ese tiempo
quebrado. Atravesé para siempre un espejo que me separaba de un mundo más complejo del que conocía. Como un rompecabezas
desarmado en medio de una montaña rusa, las piezas cayeron desde la altura haciendo
imposible reconstruir la imagen original. Cada fragmento de la realidad me
hablaba en un lenguaje nuevo y yo
bautizaba a los objetos con la alegre inocencia de una mujer de hace milenios.
En momentos donde el tiempo se aceleraba hasta límites
descomunales, hubiera querido
refugiarme en el útero materno. Girar sobre mí misma en un movimiento envolvente
que me introdujera en ese universo primordial. La piel es el último resguardo
frente al mundo, me repetía mientras conversaba con un insecto. Una familia
feliz me esperaba en una isla lejana para fundar una civilización amable.
Con
más dudas que convicciones aprendí a caminar de nuevo con la cautela de un
felino hacia el horizonte de la adultez. Como un caballero andante, velé mis
armas en la noche a solas y aprendí a esperar.
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