sábado, 9 de junio de 2018


Buenos Aires, como toda gran ciudad, puede llegar a agobiarnos con su exceso de estímulos dirigidos hacia nuestro sistema nervioso. Tengo identificados algunos comercios serenos, en los que puedo entrar y descansar. Así conocí a Rafael, en su silenciosa librería de usados del Once. Frecuento una tienda de dueños orientales que siempre escuchan música clásica. Los pakistaníes también son muy acogedores, con sus telas coloridas y su aroma a sahumerios. Me quedo ahí un rato, hasta que junto fuerzas para salir de nuevo a la calle y retornar a casa.

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