domingo, 13 de mayo de 2018

En esos veranos

Las ranas cantaban cerca del árbol, fantasma y lunar. Dormíamos bajo el techo de lona y al clarear el alba, las aves nos traían el café en jarrito. El sol crecía hasta la sierra y su ventana, esa que vimos siempre desde lejos. Nunca subimos sus senderos de pinos por aquél miedo de no regresar. Los hombres se extraviaban en ramas incendiarias, como nos pasó tantas veces después.

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No recuerdo cómo fue que la Encíclica Rerum Novarum llegó a mis manos a fines de los 80, la leía con una mezcla de ilusión y respeto, el mis...