lunes, 3 de enero de 2011

Las llaves secretas


Ultimamente, tiendo a pensar cada vez más con imágenes, y veo a las personas como portadoras de llaves secretas. Eso explicaría por qué a veces una persona que conocemos relativamente poco, tiene acceso a regiones íntimas nuestras, aún secretas para nosotros, y nos ayuda a develarlas, mientras que otros, conviven con nosotros diariamente y ni siquiera las vislumbran. Si nuestra alma es un sistema de habitaciones y pasadizos, algunas pintadas de colores brillantes, otras oscuras y tenebrosas, será cuestión de que nuestros amigos y amores se procuren un buen manojo de llaves para abrirse paso entre medio de ellas, cruzando y abriendo las respectivas puertas para abrirse paso hasta llegar a la recámara principal. Pero la verdad, en mi caso, no sé si esta tiene llave, no creo haber llegado a ella ni yo misma todavía.

3 comentarios:

  1. Probablemente sea imposible llegar a la recámara principal, y el obstáculo sea una zona de alta desorientación que preserva el misterio, el cual se manifestaría por la creación de formas imaginarias.

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  2. Cuando releeo lo que escribo, muchas veces no me convence, ahora pienso en que no me gusta pensar en habitaciones, porque habla de una fragmentación, que justamente quisiera poder superar, de todos modos, algo estuve escribiendo en la entrada siguiente (Soltar la nuca, soltar la cabeza), que apunta a soltar el control, en querer llegar a algún lado, ser alguien, lograr algo, asumirse profundamente como parte de un todo que nos trasciende.

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  3. Lo positivo del estado de fragmentación es que me obliga a orientarme hacia la unidad, a querer una sola cosa, a intentar dilucidar qué es bueno para mí. En ése sentido, todo hacer que tienda a reunirme es un bien en lo individual que se proyecta en lo social.

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