lunes, 20 de diciembre de 2010
Magritte porteño
Vísperas de las fiestas. Hora pico. Colectivo repleto. Mucho calor. Gente que se amontona, cansada, entre ellos, yo. Parada en la parte de adelante del 132, esperando que se cumpla un viaje corto pero no por eso menos insufrible, más teniendo en cuenta que hay que atravesar Once. De pronto, un reflejo. En la baulera lustrosa del taxi que nos precede, un espléndido manojo de nubes. Magritte no lo hubiera pintado mejor. Me consuelo pensando en que la belleza nos redime, siempre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hace más de diez años que estoy en pareja con un coleccionista, y tengo que reconocer que me llevó mucho tiempo comprender la esencia de es...
-
El teléfono de línea llegó a mi casa en los 90. Hasta ese entonces, tenía que caminar veinte cuadras hasta la cabina de Entel, y hacer medi...
-
Hasta dónde se expande una sonrisa? Si se pudieran fotografiar las milésimas de segundo durante las que unos labios, unos ojos, los músculos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario