lunes, 6 de diciembre de 2010

Abdominales automatizados

Vengo de caminar, en una tórrida noche de la primavera porteña. Respirando, sintiendo el perfume de algunos tilos tardíos que bordean la plaza, me cruzo con todo tipo de seres, con distintos atuendos, que escapan del encierro de sus departamentos y caminan con más o menos conciencia, con más o menos entusiasmo. Veo a uno de ellos tenderse boca arriba en el pasto de la plaza, con las manos cruzadas detrás de la cabeza, y me despierta un poco de envidia, esa actitud de abandono corporal. Silenciosamente, formulo una plegaria, porque adivino algo en el gesto de sus brazos, ligeramente tenso. Y así es, inmune a mis rezos que trataron de impedirlo, los codos que apoyaban en el piso, se encaminan con decisión hacia las rodillas que se flexionan para encontrarlos, y el hombre comienza su rutina de automatizados abdominales.

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