Llegamos al mundo desde un lejano amanecer. La vida nos trae tomados de nuestra mano izquierda y nos va introduciendo en este plano. Pero en ese momento, apenas llegados, quien nos toma de la mano derecha es la muerte y comienza a llevarnos lenta, pero inexorablemente, hacia la puesta del sol. Nos va hablando al oído, para recordarnos su presencia. En ese espacio habitamos. Nos sentamos cada tarde a ver atardecer, para recordarlo.
domingo, 16 de junio de 2024
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No recuerdo cómo fue que la Encíclica Rerum Novarum llegó a mis manos a fines de los 80, la leía con una mezcla de ilusión y respeto, el mis...
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La pintura, el dibujo, son profundos, oscuros, la palabra es la soga que me ayuda a emerger de las profundidades para poner claridad, aire,...
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