En el barrio de San Telmo, en la esquina de las calles Bolívar y Carlos Calvo, fue fundado en 1897 un gran mercado bajo techo, donde se comercializaban carnes y verduras. Con el correr de los años, los locales convivieron con puestos de anticuarios y algunos bares notables. El Mercado, característico por sus olores diversos, fue siempre un sitio de visita muy atractivo para los turistas y coleccionistas de antigüedades. Sin embargo, en los últimos años, le costó resistir la influencia globalizadora y fue perdiendo paulatinamente su antigua idiosincrasia. No escapó a la tendencia que intenta que que las personas, independientemente de cuál sea su lugar de origen, se sientan como en su casa. Con tristeza fuimos viendo desaparecer a los puestos tradicionales, reemplazados por modernos emprendimientos gastronómicos, todos parecidos entre sí. Ruidos, olores y sensaciones particulares y autóctonas, son desplazados por un conjunto de expresiones genéricas que llevan a que perdamos lo más valioso que tenemos como pueblo: nuestra identidad.
sábado, 12 de diciembre de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No recuerdo cómo fue que la Encíclica Rerum Novarum llegó a mis manos a fines de los 80, la leía con una mezcla de ilusión y respeto, el mis...
-
Cada tarde, abríamos las ventanas para darle paso al tiempo. La casa tenía el rumor de los grillos perdidos. A veces, el color era el mismo...
-
La luz envejece en la habitación. Y yo, pidiendo una frase, una sola frase que me sirva de escudo entre tanta fiebre. Eso necesito para no ...
-
El objetivo de esta entrada es proponer una pequeña experiencia visual. Preparen una ensalada de tomates, condimentando a gusto, con sal y a...
No hay comentarios:
Publicar un comentario