sábado, 6 de junio de 2015
De nuevo el mar
Muchas veces he caminado por la costa contemplando el mar. Me he mojado los tobillos y me ha seguido algún perro abandonado, de esos que se adueñan de la playa. Un verano caminé tanto que sentí que se abría toda mi espalda por el masaje de mis pies con la arena. Era un diciembre solitario, presagio de un tiempo que vendría. Leía a la sombra de algún tamarisco y soportaba las ráfagas de viento frío. Veo mi vida en fragmentos y recuerdo a algunas personas con las que fui al mar. La costa atlántica inmensa y vacía en las caminatas con mi hermana, el sendero a través de los árboles que nos llevó hasta un barranco en el que nos sentamos con mi novio a contemplar un atardecer. Una medianoche cálida bailando descalza a la orilla del agua, una mañana en un triste parador tomando un café y el mar a lo lejos, detrás de interminable filas de reposeras. Y por último y una vez más, el barro, los pescadores, los eucaliptos y la antigua playa del humedal.
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