jueves, 4 de abril de 2019
Choco-choco-la-la, tus manos sonríen con las mías. Choco-choco-te-te, esperanza de una semana sin fin que se consume en efímera hora y media de amor paterno, de amor de hijo. Choco-la, intensa conexión con tu mirada, ojos café con leche que son suficientes para pausar y diluir, por un instante, la interminable angustia que me acosa en cada esquina. Choco-te, te veo, te siento y mis fibras se anudan, entretejen un tejido de emoción manchado por un dolor que desconcierta.
Cho-co-la-te, termina el juego, tu sonrisa comienza a alejarse y el sentirme vivo viaja hacia una nada oscura que me invade, que se prolonga en ese pasillo donde desapareces por siete días eternos e interminables.
Rafael Bitrán
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