Hace un tiempo trasplanté mis potus. Y allí están, intentando adaptarse a nuevos territorios. Lo notable es que uno de ellos viene más adelantado, consiguió enraizar con más firmeza y el otro lo sigue, más lentamente, pero con entusiasmo. Tanto es así, que en vez de orientarse hacia el sol que viene de la ventana, se orienta hacia su vecino y amigo. Quién sabe qué esencias de vida capta de él, que lo animan a preferirlo a la luz del sol, para tomar fuerzas para vivir. Si me preguntan, diría que hasta las plantas saben lo que es el amor.
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