viernes, 21 de noviembre de 2025

 

En el patiecito rojo, como lo llamábamos, debajo de la enredadera, teníamos con mi hermano nuestro improvisado taller mecánico. Nos dedicábamos empeñosamente a desarmar todos sus autitos de plástico, para luego sumergirlos en una palangana de metal, en donde los lavábamos en un desbarajuste de carrocerías, ejes y ruedas, que después era imposible compaginar correctamente. A unos metros nomás, papá, con los dedos llenos de grasa, armaba y desarmaba su querida Gilera, mientras un lazo cómplice y silencioso nos unía, en las mañanas de verano.

 

Todos los días, mi hermana Belén cruzaba el patio a media mañana, hasta lo del abuelito Germán. Con sonrisa tímida, iba a buscar el pancito que él le reservaba especialmente, mientras la recibía con alegría diciéndole: ¡Pajarita! Pequeño ritual que entre los dos crearon con la excusa de verse, gestos mínimos, puentes que conectan las almas.

 

Es alegre la feria de Parque Patricios los fines de semana. Alternan algunos artesanos, con los puestos que traen cosas de la salada y los de ropa usada, que son mis preferidos. Me gusta revolver en esos montones multicolores desordenados, en los que siempre encuentro algo.

Caminando por los pasillos soleados, escucho charlar a dos hombres, sentados en sus reposeras.

-va a estar linda la noche, van a estar bravos los mosquitos, tenemos que conseguir repelente.

-nada que no se arregle con una cervecita, contesta el compañero.

Los imagino bajo la luz de la luna, esquivándole al sueño, cuidando sus puestos, esperando el día en el que el sol salga de una vez para todos.

El pensamiento racional está en crisis. Muchas personas han perdido la confianza en la racionalidad de la ciencia y ponen sus esperanzas en ...