Iba de camino al parque y me crucé con una mujer joven, que llevaba a un anciano en su silla de ruedas, y con una perrita, también viejita, que iba atada de una correa a la silla. El cuadro era muy etéreo, todos exhumaban dulzura y fragilidad. La perrita intentaba seguir su camino, independientemente del curso de la silla, a lo que la mujer le llamó la atención:
-Nube! Más derecha!
Realmente, ese era el nombre ideal para la perrita, y la mujer, tenía toda la potestad para dirigir el tránsito aéreo.
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