sábado, 27 de agosto de 2022

 Nunca lo había pensado pero dar clase es a veces como meterse en el mar. Primero lo mirás de lejos con muy pocas ganas: hace frío, hay viento, decís. A continuación te vas acercando y de a poquito te mojás los pies y confirmás tu hipótesis: está helada. Seguís avanzando. Ya el agua te llega a los muslos y la cintura.  Es el momento crítico pero no tenés vuelta atrás. Te zambullís entonces y después del shock inicial descubrís que está hermosa. Salís revitalizada, con la energía renovada y libre de los pajaritos de tu cabeza, al menos por un rato.

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