Para ser capaz de todo y estar versado en todo, se necesita no ya un menos de energía anímica, de impulso y calor, sino un más. Lo que denominas pasión no es fuerza del alma, sino roce entre el alma y el mundo exterior. Allí donde domina el apasionamiento no hay un "más" de esta energía del deseo y de la aspiración, sino que ésta se dirige a una meta individual y falsa de donde resultan la tensión y el bochorno en la atmósfera. Aquél que lanza la suprema energía del deseo hacia el centro, hacie el ser verdadero, hacia lo perfecto, parece más calmo que el apasionado, porque no siempre se ve la llama de su fervor, porque, por ejemplo, no grita ni agita los brazos mientras discute. Mas te digo: "Aquél debe abrasarse y arder".
Fragmento de "Juego de abalorios", conversación entre Joseph Knecht, el protagonista, y el Magister Musicae. Hermann Hesse.
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